Ficha técnica

Título: Midnight nation
Tít. original: Midnight nation
Tomos: 1
Autor: J. Michael Straczynski
Dibujante: Gary Frank
Editorial: Norma
Traducción: Uriel López
Páginas: 304
Fecha de publicación: 2007
Encuadernación: Cartoné
ISBN: 9781582404608
Precio físico: 25’00 €

Sinopsis

Al otro lado de la metáfora, más allá de lo que queremos ver, viven los abandonados, los despojados, los olvidados… A pesar de todo, en este mundo sin expectativas aún hay lugar para la esperanza, aún hay sitio para que Laurel y David recuperen su alma y regresen. Para que algún día se acabe el ciclo de dolor…

J. Michael Straczynski, creador de la mítica serie de televisión Babylon 5, salta al mundo de los cómics con este apasionante relato de un hombre en busca de su alma con Gary Frank (El increíble Hulk, Gen 13) a los lápices.

Reseña

Un cómic con una propuesta fantástica, enraizada en la mitología judeocristiana, cuyo argumento de cariz humanista apunta a reflexiones tanto sobre la sociedad actual como sobre los eternos temas del ser humano.

Straczynski es un apellido bien conocido en la subcultura friki, por motivos muy variopintos. Famoso como creador muy personal, es de esos artistas que no trabaja bien bajo la exigencia de supuestos argumentales o estéticos con los que no esté plenamente convencido, llegando al punto de dimitir en muchas ocasiones tras ver que un determinado proyecto difería de su concepción inicial más de lo que él estaba dispuesto a tragar. Esta rígida ortodoxia creativa, sin embargo, se ve equilibrada por el cariño que siempre ha procesado a sus fans, siendo por ejemplo uno de los primeros guionistas de televisión en abrir una vía de contacto directa por Internet mediante la que recibir feedback de su audiencia, llegando incluso a cambiar el planteamiento de ciertos capítulos si por ahí recibía una sugerencia que le agradase. Este extraño equilibrio entre el ego artístico y el populismo creativo, asociado además a una personalidad difícil y compleja (llegó a estar, por ejemplo, atrapado muchos años dentro de una secta, de la que logró salir perdiendo a cambio a toda su familia y amigos de ese entonces), generan en su obra una cosmovisión íntima y personal, rebosante de una sinceridad desnuda que muy pocos autores pueden igualar, pero que a la vez se presenta de forma accesible, invitadora, que consigue que el acceso a su universo singular sea fácil y agradable.

Inició su carrera como guionista de series animadas, y sería la televisión la que lo catapultaría a la fama, pero no con ninguna animación, sino con una serie de imagen real que, en su día, rompió todo molde. A diferencia de las series estadounidenses anteriores a ella, Babylon 5 fue diseñada de forma previa como un todo cohesionado, una obra planeada desde su principio hasta su final en que cada capítulo funcionaba como el capítulo de un libro, y cada temporada como una parte o arco argumental del mismo; una forma de encarar la ficción televisiva que hoy es canónica, y de la que Straczynski fue pionero. También introducía, en un contexto de ciencia ficción al estilo del mejor Star Trek, intuiciones muy maduras sobre política, religión, identidad, convivencia y tolerancia. Sin abandonar nunca el medio, ha trabajado intermitentemente en él hasta su más reciente creación, la estupenda Sense8, creada junto a las hermanas Wachowsky (autoras de la trilogía Matrix), donde continúa con su línea de usar la ciencia ficción y el fantástico para cuestionar temas complejos.

Era cuestión de tiempo que un creativo de logros tan señalados fuese llamado por la literatura y el cine. En el primero ha escrito muchos relatos cortos, tres novelas de ficción, su autobiografía y un libro sobre la profesión del guionista cinematográfico; en el segundo ha tenido ciertamente una carrera de altibajos, firmando tanto el guión de la excelente película El intercambio, dirigida por Clint Eastwood, como de las más olvidables Ninja assassin (de nuevo con las Wachowsky) o Guerra mundial Z. En este contexto, parece algo natural que alguien que se mueve tan bien en los lenguajes literario y audiovisual probase suerte también con ese hijo sintético de ambos que es el mundo del cómic, y así fue: Straczynski es un autor celebrado y muy querido por el fandom de las dos grandes editoriales americanas, DC y Marvel, para las que ha trabajado guionizando arcos argumentales de algunos de sus personajes más representativos. Sin embargo, sus inicios en el medio fueron de la mano de Top Cow e Image Comics, editoriales más pequeñas que sin embargo le dieron completamente esa libertad creativa que como autor tanto valora. De esa etapa nacieron sus títulos más personales: Rising stars, un curioso y reflexivo acercamiento al tema superheroico; y la obra cuyo análisis nos ocupa, Midnight nation.

Algunas de las portadas de la edición en grapa de Midnight nation

«Comenzaré con érase una vez, ya que así se supone que empiezan las historias, ¿no? Así que, érase una vez, yo trabajaba haciendo coches allá en Flint, Michigan. Me ganaba decentemente la vida, lo bastante como para ahorrar un poco por si llegaban malos tiempos. Entonces llegaron. ¡Y tanto que lo hicieron! Nos lo comunicaron un viernes. Sin avisar. La empresa cerraba la planta y trasladaban toda la fabricación a Singapur. Verá, en Singapur sólo tienes que pagar un pavo y medio la hora. Bueno para el margen de beneficios. Bueno para los accionistas. Malo para nosotros. ¿Pero quién demonios éramos? Sólo los tipos que hicieron ganar a la empresa dinero suficiente para poder irse a otra parte.»

Esta «nación de medianoche» a la que alude el título proviene de una metáfora que su autor generó en el que probablemente fue el momento más bajo y triste de su vida. Tras escapar de una familia disfuncional y de las garras de aquella secta y quedar solo en la vida, Straczynski se dedicó a dar largos paseos por entornos urbanos, siendo poco a poco consciente de las grandes diferencias que había entre los paisajes y personas que los poblaban por el día, tan normales y anodinos, y sus habitantes nocturnos, desheredados y miserables que aprovechaban el velo de la noche para llevar sus vidas secretas. Fueron precisamente varios de los habitantes de la nación de medianoche quienes lo asaltaron y lo dejaron al borde de la muerte; durante su hospitalización y larga convalecencia, tuvo tiempo para reflexionar sobre ellos, sus circunstancias y aquello que les había llevado a acabar así. Fruto de todo eso es Midnight nation, una ficción en que el autor sublima esa dolorosa vivencia y la convierte en algo positivo y hermoso.

Su protagonista, David Grey, es un policía a quien una investigación le lleva a tomar contacto con lo sobrenatural. Fruto de ese cruce, David pierde su alma al ser atacado por unas extrañas criaturas, y se ve inmerso en «el otro lado de la metáfora», el lugar en el que acaban quienes lo pierden todo, aquellos que el mundo ha olvidado y relegado a una existencia secreta de miseria y sufrimiento. Invisible e intangible para todos excepto para los habitantes de esa auténtica nación de medianoche, recibirá la ayuda de Laurel, una misteriosa mujer que le informará de cómo recuperar su alma: habrá de realizar un largo peregrinaje a pie con ella hasta la ciudad de Nueva York, lugar donde habrá de superar una ordalía que, aparentemente, nadie jamás logró pasar con éxito antes. De no conseguirlo, acabará convertido en una de las criaturas que lo asaltó. En el camino se cruzarán con toda clase de parias que enriquecerán, positiva o negativamente, su viaje, amén de soportar el incesante acoso de las criaturas y de su misterioso líder. Esta historia de carretera, en la que ambos personajes principales se irán perfilando cada vez más, dará lugar a encuentros y situaciones de gran contenido metafórico y reflexivo, hasta desembocar en los capítulos finales, ya en Nueva York, en una catarsis dramática que, sin ser demasiado sorprendente, sí es intensa y puede llegar a ser muy conmovedora si se ha participado del juego de la trama.

Ejemplo de arte y distribución de viñetas de Gary Frank en la obra.

«Ésa es la verdad definitiva, David. La única forma de ser libre, de ser total y verdaderamente libre… no es sólo dejando a un lado la culpa y la responsabilidad. Debes abandonar incluso la esperanza. La esperanza es el cebo que usan para que te sigas moviendo en la dirección que desean que vayas. Es la trampa que el mundo te tiende cada noche cuando vas a dormir, y la única razón que tienes para levantarte por la mañana es la esperanza de que hoy las cosas mejoren. Pero nunca lo hacen, ¿verdad? Sólo cuando sabes que la esperanza es una mentira, David, sólo entonces quedas libre de todas las reglas y las expectativas y la culpa. La muerte de la esperanza es el nacimiento de la libertad, David. Si la quieres… ven y cógela.»

En su concepción, Midnight nation ya denuncia los claroscuros de la nación americana de la que proviene. Por un lado, su mitología, que pronto se revela de origen judeocristiano (religión mayoritaria en EEUU y en torno a la que giran muchos de sus supuestos vitales), así como su reflexión sobre la esperanza y el vitalismo desde una óptica bienpensante que respeta el statu quo de su sociedad, muestran lo que Straczynski entiende que es la parte buena, positiva, del medio del que ha emergido. Sin embargo, eso no le frena a la hora de denunciar lo que percibe como sus taras, los motivos por los que muchas personas acaban sumidas en la «nación de medianoche» perdiendo la esperanza de salir de ella: el individualismo atomizador, la ausencia de empatía y solidaridad ante el sufrimiento de otros, la vacuidad existencial y la falta de motivación vital… El cómic se lanza a representar todo ello con finura no exenta de fuerza, abogando al final porque sea el ser humano, esa existencia que pendula entre Dios y Lucifer (quien, por cierto, sale en la obra y, en opinión de quien esto firma, recibe uno de los mejores retratos que se le han hecho en medio alguno), quien haya de encarar todas las dicotomías de su existencia, desde sí mismo pero también desde la hermandad radical con el resto de la humanidad.

En cuanto al arte, a cargo del dibujante Gary Frank, hay que decir primero que nada que es excelente. Partiendo de unos estupendos estudios anatómicos (quizá demasiado apolíneos y estilizados para muchos personajes, eso sí), Frank pone todo su buen hacer, que no es poco, en llenar de detalles y realismo una historia de ambientación fantástica. Algo que, por otra parte, había demostrado más que de sobra saber hacer en colecciones como Gen 13, una de las más populares de los años 90, aunque en Midnight nation, al tratarse de una serie limitada, echa toda la carne en el asador, resultando en unas ilustraciones magníficas y muy bellas y de una narración por paneles fluida y agradable. Como pero, hay que decir que su estilo es tal vez demasiado mainstream, chocando con una historia de cariz intimista y reflexivo como es la de este título (que, eso sí, se beneficia enormemente de la pericia del artista en sus escenas de acción) y haciendo que sus lápices no acaben de hacer del todo suya la historia que están ilustrando. Sin embargo, esto bien puede ser algo intencional: ya se ha dicho antes que Straczynski se preocupa por sus lectores y desea que éstos puedan acceder sin traumas ni problemas a sus ficciones, con lo que quizá la elección de Frank fuese algo ex profeso, dotando a Midnight nation de una estética similar a la de otros cómics menos personales como forma de invitar al público a participar de la experiencia.

David y Laurel, en una imagen icónica de la colección.

«- Tengo que preguntarte algo…
– Está bien, venga…
– No, no está bien. No es esa clase de pregunta. Es una que debo hacerte. Debo hacerte esta pregunta tres veces entre ahora y el final del viaje. Sabiendo que estás cambiando, en qué te estás convirtiendo, sabiendo qué serás si fracasamos… ¿quieres que acabe con esto ahora? Sabiendo que irá a peor, ¿quieres poner fin a tu vida ahora, mientras seas tú mismo? ¿Mientras puedas elegir?»

Respecto a la edición de Norma, hay que decir que es robusta y bien encuadernada, un cómic sólido y resistente hecho para pasar con solvencia el paso del tiempo, cosa que aunque usual en tomos recopilatorios se agradece sobremanera. Además de la historia entera, posee una galería de portadas, un breve texto del propio Straczynski en que habla sobre la génesis de la obra, e incluye también el número especial 1/2, una aventura adicional de David y Laurel que reflexiona acerca del papel del arte y la belleza como dadores de sentido vital. Pese a esto, hay que decir que, al poner todos los números originales uno tras de otro sin separación alguna, a veces la lectura se resiente por el salto brusco de un capítulo a otro sin ninguna clase de señalamiento.

Queda, pues, recomendado este Midnight nation, un cómic que, aún sin ser una de las grandes maravillas del arte secuencial, es una lectura muy grata, una además que sólo ocupará unas pocas horas de una tarde para completar. Con un argumento sólido, quizá con ciertos giros predecibles pero narrado de forma convencida y convincente, sus reflexiones quizá bienpensantes y poco revolucionarias son sin embargo adecuadas como revulsivo vitalista para quienes pasen por situaciones duras o conflictivas, además de contener en ciertos puntos intuiciones que invitan a la profunda reflexión existencial. Una obra que, a mi ver, retrata como ninguna el enfoque de su autor, ese «pequeño genio» que es Straczynski, un hombre que desde la subcultura, escribiendo por y para un público selecto como es el friki, es una de las figuras todavía vivas que más ha contribuido a hacer de este mundillo uno interesante, maduro, inteligente y, con toda justicia, de una altura artística imposible de desdeñar.

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