Una novela que brilla gracias a la alegría que desprende y al uso del lenguaje.

Con un retraso más que considerable, presento una obra de esas que no dejan indiferente. Para quien no conozca la pluma de José Luis Fernández Juan puede parecerle una temática rara e, incluso algo difícil de leer a priori, pero tiene que tener en cuenta que este filólogo y profesor en activo escribe sus obras de tal manera que retuerce el español, tanto a nivel de vocabulario como de estructura, creando una obra tan original como reconocible.

Adentrándonos en la obra, esta es la segunda parte de Pinceladas de Harmonía, aunque realmente no es necesario leer la primera para entender esta -pero como todo en la vida, mejor empezar por el inicio-. Como he comentado anteriormente, si no se conoce la obra de este autor, inicialmente el lector se encontrará algo desubicado pero rápidamente se adaptará.

Siguiendo la estela de Pinceladas de Harmonía, el lector tiene en sus manos una obra compleja para su tamaño pero no ininteligible, amena, divertida y rica. Debido a la cantidad de personajes existentes y todos ellos tienen relación -sea del tipo que sea- con los demás, en esta obra se crea una especie de red neuronal con todos los personajes, pudiendo tirar del hilo de uno y terminar en un personaje completamente diferente. Como la misma sociedad, vaya. Es un trabajo increíble el montar ese sistema en tan pocas páginas.

Estructuralmente hablando, está compuesta por 17 capítulos, cada uno con su propio protagonista en el que narra su profesión, sus relaciones con los otros personajes, sus problemas -o se enfrenta a ellos- y terminan con una reflexión sobre el mismo, algo que invita muchísimo a pensar. La cantidad de información suministrada y el cómo, inicialmente, es un golpe que el lector debe encajar para poder disfrutar de todo después, debido a que no es una forma de estructurar la narración para nada convencional. Pero el esfuerzo inicial merece la pena.

Debido a la importancia de los personajes y sus interacciones, las descripciones brillan por su ausencia, siendo meros esbozos pero que aportan detalles a la narración, volviéndola aún más rica y sin cargar al lector de detalles vacuos.

En cuanto a la narración, es José Luis Fernández Juan en estado puro. Narrado todo en forma de prosa poética con un vocabulario extenso, rico y variado, con numerosas palabras para las que vamos a necesitar ayuda de un diccionario, además el autor juega con los dobles sentidos para crear una obra llena de matices, de humor e que es interpretable, gracias a la cual una vez terminada queda una sensación de que se puede seguir sacando «jugo» a la obra en sucesivas relecturas.

Por tanto, como ocurría con la primera parte, es una obra que no busca atrapar a los lectores a través de una increíble historia o unos personajes carismáticos, sino que lo hace a través del propio uso del lenguaje, de torsionarlo y adaptarlo para crear belleza, alegría y color, además de humor, con lo difícil que es. Una obra realizada a pinceladas, tanto a nivel de las historias como de la belleza que el autor nos brinda.

«También Anivdaraleva encargó pedidos para la biblioteca de su ludoteca.

—Los libros, nuestros mejores amigos, se merecen un regalo como este. Redundará en la mejora de su salubridad evitándoles dobleces de esquinas o rayaduras indeseadas.

En un acto de franca gratitud, Anivdaraleva solicitó un separador para cada uno de los libros de su ludoteca.

—Espero que los e-book no les cojan envidia.»

Ya finalizando, principalmente para aquellos lectores que no han leído la primera parte, comentar que es una edición sumamente cuidada a nivel de errores y que si se encuentran algún fallo, no es un fallo, es la mente del autor que está «jugando» con el idioma.

A modo de conclusión, es una obra muy compleja pero amena de leer, con un vocabulario no especialmente sencillo -que se soluciona con un diccionario- pero al que uno se acostumbra rápido, tan original como interesante, que aporta un colorido y una alegría que tan bien viene en los tiempos que corren y en los venideros.